El Desencuentro es la historia de África Anglés -una mujer hermosísima en cuerpo y alma- contada por Javier, su sobrino, 18 años menor, que siempre estuvo enamorado de ella sin atreverse a confesárselo.
El autor nos cuenta que, debido a la moralidad asfixiante que existía en los peores años del franquismo, la vida de África se ve en un callejón sin salida cuando su marido la abandona. Se había casado a los diecisiete años con un bueno para nada que se fue con otra al poco tiempo de casados, dejándola embarazada. A la chica lo único que le queda es regresar a vivir con sus padres, cuidar a su hija e ir a la iglesia.
Sin embargo, se le presenta la oportunidad de ir a México y pasar allí tres años. Es durante esos años que África empieza a vivir; pero guarda celosamente el secreto de lo ocurrido, secreto que su sobrino Javier intenta desvelar. Cuando regresa a España, su vida transcurre como si nunca hubiera estado ausente.
Es en estas páginas que encontramos esa particular manera mexicana de hablar. El autor sabe perfectamente bien cómo hablaría una española que hubiese vivido en el México de esos años (del 49 al 52) y la verdad me gustó encontrar esos vocablos que ahora parecen un poco olvidados. Por ejemplo: chamaquito, que es como se les dice a los niños, pero que también es una expresión cariñosa. Los españoles adoptaron como propios muchos modismos mexicanos.
Cuando Schwarz nos describe México menciona, en primer lugar, las “mordidas”, pero sin explicar lo que son; también nos habla del sistema político tramposo, de la contaminación de la ciudad de México y de la pobreza. Es decir, todos los aspectos que llaman la atención en nuestro país. Por supuesto que no podía faltar la mención de la tradicional calidez de nuestra gente.
África pensaba que su desventura era normal, que le sucedía a la mayoría de la gente. Y nunca fue feliz del todo porque no quería serlo; estaba tan convencida de que no tenía derecho a ser feliz, que ahuyentaba la felicidad. Hay gente así. Además era tan supersticiosa que más que española, parece sacada de las páginas de García Márquez o Isabel Allende.
El sobrino vivía en Nueva York y cuando Schwartz nos la describe, nos dice que es una ciudad para solitarios y tiene razón. Nos detalla perfectamente cómo funciona esa sociedad de convencionalismos y solitarios, pero que a la vez está tan preocupada por las apariencias, todo ello tan parecido y a la vez tan distinto de lo que somos los latinos.
Es ésta una novela muy interesante y muy bien escrita. Por algo ganó el codiciado Premio Planeta.
Fernando Schwartz nació en 1937. Trabajó por 25 años en el servicio diplomático español. Ha sido editorialista y profesor. Además de ésta, ha escrito otras dos novelas y algunos ensayos.